El cambio climático está ya incidiendo en la salud de la población, no sólo en los extremos térmicos (olas de calor y de frío), sino también en el incremento de la contaminación atmosférica, en los eventos meteorológicos extremos (inundaciones y sequías) o en enfermedades infecciosas transmitidas por animales (mosquitos, artrópodos…). Además, hay efectos colaterales relacionados con el clima extremo, como las enfermedades mentales o la pobreza energética.
Según un estudio del Instituto de Salud Carlos III, de no adaptarnos a estos cambios, pasaremos de las 1.300 muertes anuales atribuibles al calor en España a 13.000 muertes/anuales. La OMS prevé que, entre 2030 y 2050, el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales cada año, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico.
Cambio climático y salud mental
No es extraño afirmar que cuando las temperaturas son altas se altera el sueño, dormimos peor, cambia nuestro estado de ánimo, aparece la ansiedad y nos cansamos mucho antes. Esto nos lleva a reducir nuestra actividad física, lo que contribuye a profundizar en algunos de estos procesos. Se ha documentado un incremento de los suicidios relacionado con un aumento de 1ºC en la temperatura media mensual.
Lo que puede parecer una suposición, tiene una explicación fisiológica, ya que el funcionamiento de nuestros procesos físicos está regulado por la naturaleza, y el cambio climático genera perturbaciones, rompiendo nuestro equilibrio con el entorno y convirtiéndose en una fuente de estrés. Por ello, la Organización de Naciones Unidas ha incluído la salud mental como uno de sus indicadores para analizar el impacto del cambio climático.
Y es que son ya numerosas las investigaciones que vinculan el cambio climático con desórdenes psicológicos. Está comprobado que, en épocas con variaciones importantes del clima -lluvia por encima de lo normal o temperaturas altas poco habituales, las consultas por trastornos mentales se incrementan. Es uno de los principales resultados de un trabajo publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos PNAS.
Cambio climático y enfermedades
Como consecuencia del aumento de las temperaturas y de la incidencia de las olas de calor, se espera una mayor mortalidad por deshidratación, golpes de calor, enfermedades cardíacas y respiratorias, además de una mayor incidencia de calambres, problemas en la piel y agravamiento de las enfermedades crónicas cardiacas, pulmonares, renales y de ataques cerebrovasculares.
Además, los cambios en las temperaturas provocarán la dispersión de enfermedades transmitidas por animales, generando la aparición de dengue, malaria y zika en zonas de la cuenca mediterránea como España, sur de Francia o Italia. De hecho, la propagación del mosquito tigre ya hace que en verano, permanecer al aire libre a determinadas horas y en determinadas zonas costeras se desaconseje.
Finalmente, el cambio climático está produciendo un aumento de la incidencia de alergias y asma. Esto es debido a que algunas de las proteínas alergénicas generadas por las plantas son respuestas al estrés climático, y a que el dióxido de carbono y la temperatura afectan directamente al metabolismo de las plantas mediante la fotosíntesis. Además, los altos niveles de contaminación urbana impulsan el fenómeno de inversión térmica que impide a los pólenes abandonar la atmósfera sobre las ciudades y, así, aumentan el tiempo de su exposición sobre las zonas urbanas.
Cambio climático y forma física
Otro de los efectos del cambio climático es la alteración de las condiciones ambientales, lo que conllevará un empeoramiento de estas para realizar deporte:
La menor accesibilidad de la práctica deportiva redundará además en un empeoramiento de la salud global, con mayor incidencia de los problemas causados por el sedentarismo.